Ep. 3 Los desconocidos caminos de la ambivalencia
Según Wikipedia, la ambivalencia es un estado de tener simultáneamente en conflicto sentimientos hacia una persona u objeto. El ejemplo más claro de esta emoción -en donde habitan la contradicción y la tensión- es cuando amamos y odiamos a alguien, casi al mismo tiempo.
Pero ¿por qué las personas sufrimos este tipo de sentimientos contrapuestos en más de una ocasión? ¿Es normal pasar de una emoción a otra de manera tan repentina? Todo indica que la pandemia nos ha llevado a cambiar de un extremo a otro con más normalidad de lo que uno cree.
Este tema, además, cuenta con un gran interés por la comunidad científica y se han llevado a cabo múltiples investigaciones y estudios al respecto. Así, autores como Frenk Van Harreveld, del departamento de psicología social de la Universidad de Ámsterdam, nos señala en un estudio que la ambivalencia afectiva determina no solo lo que sentimos, sino que también es esa complejidad interna la que nos empuja a comportarnos de determinadas maneras.
Muchas madres aman a su bebé recién nacido, pero a instantes, debido a la alta demanda y dependencia del pequeño, pueden experimentar esa mezcla caótica entre agotamiento, rechazo, ternura y miedo que tanto define esos primeros meses entre ambos. Sumado a las extensas jornadas de teletrabajo y labores hogareñas, la ambivalencia puede predominar notoriamente en estos casos.
Ambivalencia afectiva: características que la definen
La ambivalencia afectiva la siente todo ser humano en algún momento de su vida. Sabemos que cuando hablamos de emociones es común que, al instante, nos vengan a la mente nombres como el de Daniel Goleman o Paul Ekman. Ahora bien, cabe decir que esta materia se estudia desde los inicios del siglo XX.
Fue el psiquiatra Eugen Bleuler quien en 1911 describió la ambivalencia afectiva como una “presencia simultánea de dos sentimientos opuestos (atracción y repulsión), de dos direcciones opuestas de la voluntad, respecto a un mismo objeto”.
Desde entonces, el campo de la psicología viene interesándose de manera constante por un tema que parece vertebrar distintas áreas. Es más, a pesar de que la ambivalencia afectiva sea tan común en nuestras relaciones afectivas, también la psicología social viene interesándose por esta área en los últimos años.
¿La razón? Muchas de las decisiones que tomamos están orquestadas por la contradicción. Por ejemplo, cuando señalamos “quiero comprarme este teléfono, pero no puedo ahora” o “quiero cambiarme de trabajo a otro país, pero no me atrevo a alejarme de mi familia”, entre otros casos.
La contradicción genera malestar
La ambivalencia genera un elevado malestar. Y si hay algo que no le agrada al cerebro humano es la contradicción, sobre todo los puntos que no están alineados.
La energía y el desgaste que produce este tipo de disonancias son inmensas. Tanto, que a menudo quedamos hasta bloqueados por esos sentimientos donde a instantes, tomamos conciencia del gran amor o afecto que experimentamos por algo o alguien, pero a su vez, sentimos cierto agotamiento, rechazo e incluso odio.
Podemos querer a alguien, pero detestar su comportamiento, sus actitudes e incluso su forma de tratarnos. Recordemos a su vez nuestra etapa en la adolescencia. Esa parte de nuestro ciclo vital es una contradicción constante, es búsqueda de experiencias, es miedo, es ansiedad, es deseo, intensidad y angustia a la vez. No es fácil asumir este tipo de contradicciones internas, todos somos conscientes de ello.
La ambivalencia emocional nos empuja a decidir
Pese a toda la contradicción que implica la ambivalencia, existe un efecto positivo en ella y es que nos impulsa a decidir, a clarificar o incluso a aceptar determinadas situaciones. La madre que atraviesa el complejo periodo del postparto va poco a poco asumiendo y habituándose a su nueva realidad.
Cuando amamos y odiamos a alguien a la vez, nos obligamos a comprender la realidad de ese sentimiento. ¿Pesa más el amor? ¿Es la contradicción algo natural en esa pasión que sentimos por la pareja? ¿O es quizá ese odio un hecho del que debo tomar conciencia para tomar una decisión?
La doctora Laura Ress, de la Universidad de Michigan, realizó un estudio en el 2013 para demostrarnos algo interesante. La ambivalencia afectiva favorece la autoconciencia. Ese malestar es algo que nuestro cerebro necesita aplacar y resolver. De hecho, se ha demostrado que este tipo de contradicciones potencian nuestra creatividad; hacen que busquemos canales para pensar, desahogar y que creemos a su vez, respuestas originales para resolver esa contradicción.
Para concluir, solo cabe señalar un pequeño aspecto. Cada vez que nos veamos en este tipo de laberintos personales donde somos perseguidos por el sentimiento de la contradicción emocional, vale la pena detenerse, escuchar y entender. Tal vez haya algo que debamos resolver o incluso asumir.
La vida por sí misma es contradictoria y aún lo son más los afectos. Amar no es fácil y requiere una alta responsabilidad, así como un compromiso, primero con nosotros mismos y después con los demás.